jueves, 12 de septiembre de 2013

Mi Marruecos, de Abdelá Taia


Henry's
"Mi querido Marc:
He recibido hoy tu carta. Me dices que la has redactado en el jardín de tu chalet del barrio de los Naranjos. Te imagino escribiéndome entre los árboles, el níspero que tanto trabajo te da, el mandarino que te proporciona un año de cada dos las mejores mandarinas que haya probado nunca, en medio de las rosas y los ficus, sumergido en el perfume de las dalias y las magnolias. Te imagino en la paz de tu barrio, con el sol cálido y brillante de la tarde dándote en las piernas, con la cabeza a la sombra gracias a ese sombrero marroquí de campo. Seguro que estás saboreando lentamente uno de esos tés a la menta que te ha preparado Fátima antes de irse. Estás solo, descansando, tranquilo. Estás escribiéndome. Sigues escribiéndome con esa letra apretada pero limpia, estás escribiéndome y el camino que recorreremos juntos sigue siendo largo… Puede que el gato negro de la vecina francesa un poco loca haya venido a molestarte en tu quietud: te has levantado y lo has echado, pero antes de poder vengarte por todo lo que te hace, el gato se ha evaporado, ha huido no se sabe por dónde; ya no está. Seguro que vuelve: ¿dónde va a encontrar un jardín tan asilvestrado como el tuyo? Los gatos son todos iguales, indomables, caprichosos y muy listos.
Me anuncias tu llegada a París para el mes de mayo próximo. No sabes qué alegría me das. Hemos soñado juntos con esta ciudad, me la has contado, descrito, me has hablado de sus calles, de sus cines y teatros, de sus museos, de su espíritu, de su aire, de su sol siempre ausente a la cita, del Sena, tan hermoso por la noche. Hemos pasado tantas horas, mi querido Marc, evocando París, soñando con París, me has acompañado tanto en mis sueños, apoyado, ayudado, me has animado a tener esperanzas, a tener paciencia. Una vez me trajiste un Pariscope: sigo conservándolo. Me ha servido de apoyo para mis sueños, mis esperanzas. Así que vienes a París, nuestro encuentro será diferente, estaremos en tu país, no en tu ciudad, Nantes, pero París es como si fuera toda Francia, ¿verdad?
Desde que estoy aquí, he materializado varios de nuestros sueños, estabas conmigo cada vez, me acompañabas de lejos, desde allí, desde tu jardín marroquí. Hay imágenes que quería tener y que por fin guardo ya en mi cabeza. ¿Te acuerdas de que te hablé de Miguel Ángel, de sus obras? Dos de ellas están aquí, en el Louvre, los dos esclavos. El esclavo cautivo y El esclavo moribundo. Me encantan. En cuanto puedo me escapo a verlos; son mis amigos, están ahí siempre que los necesito, iguales que la primera vez y al mismo tiempo diferentes, majestuosos y terriblemente sensuales.
Si fuera posible, tráeme de Marruecos un poquito de sol, de Rabat una piedra de la kasba de los Udayas y del río Bu Regreg su olor. Echo terriblemente de menos el sol; no me reconocerás; he blanqueado, parezco un europeo. También echo de menos a los Udayas, todo lo de esa kasba es hermoso, pequeño y hermoso, su encanto es único, sin par. Ve al café moro de la kasba, pide dos vasos de té, uno para ti, el otro bébelo por mí, seré feliz gracias a ti. Recuerda por favor cada momento del día en que lleves a cabo este rito, no lo olvides, me lo contarás cuando vengas. Si tienes tiempo acércate al Bu Regreg, crúzalo en barca, la fluka a un dírham el viaje. Cuando llegues a la otra orilla, en Salé, contempla la medina de Rabat y toca el agua de la desembocadura. Ve también a la playa. Y a los cementerios, están completamente integrados en el paisaje, nunca me han dado miedo…
No quiero regalos, sólo quiero unos paquetes de galletas Henry's. Nos encantan a los dos, sin nada o con ralladura de coco, siempre nos han vuelto locos. ¿Ya te he dicho que esas galletas me persiguen desde que era muy pequeño? Mi madre me las daba con leche caliente cuando aún era un bebé. En la escuela era mi merienda preferida y no he cambiado. Cuando llegaban invitados a casa sin avisar, como no teníamos cuernos de gacela ni briuat, les servíamos Henry's: no les gustaban a todos, había quien creía que nos burlábamos de ellos, otros ponían pegas, pero se las comían con gaseosa La Cigogne, encantados. Extrañamente, esas galletas desaparecieron de mi vida cuando entré en el instituto, dejé de tomarlas, las odiaba. La cosa duró lo mismo que mi crisis de adolescencia. Pero por entonces no era el único en rechazarlas, nadie las comía, ni siquiera los bebés. Hay que decir que entretanto, habían invadido el mercado otras marcas, galletas industriales repletas de sustancias químicas. Y luego, inesperadamente, resucitaron, las Henry's se pusieron otra vez de moda, sin cambios, iguales que siempre. Sólo que aprovecharon el tirón para lanzar una nueva variedad que tuvo un éxito inusitado, las Henry's con ralladura de coco. Nos hinchábamos. En aquella época fue cuando te conocí. ¡Tantas cosas nos engancharon entonces a los dos! Las Henry's entre otras.
Recuerdo que te conté la historia de Pillet, el médico del palacio real entre otros, con esas galletas, en realidad la historia de su hijo, en la actualidad en Francia, pero que pasó la mitad de su vida en Rabat. Como a nosotros, las Henry's le volvían loco. Cuando sus padres van a verle a París, sólo les pide una cosa: Henry's.
Dentro de dos meses, estarás en París. Sólo quiero una cosa: Henry's.
Un beso grande,                                 Abdelá."

 

Hoy os voy a recomendar este interesante compendio de relatos que es Mi Marruecos, del escritor marroquí Abdelá Taia (Salé, Marruecos, 1973), publicado en 2009 por la editorial Cabaret Voltaire (título original: Mon Maroc).

La primera vez que oí hablar de Abdelá Taia fue hace dos o tres años, en la Contra de la Vanguardia, donde entrevistaban a este escritor de cuarenta años, abiertamente homosexual en un país donde, como en la mayoría de países de religión islámica, no sólo están prohibidas las relaciones homosexuales, sino que son un tabú, aunque sea todo una gran hipocresía, pues evidentemente existen y se mantienen. Acababa de publicar en España Una melancolía árabe, que al parecer trata abiertamente sobre el tema. En su momento, leí otra obra suya, El ejército de salvación, que también aborda el tema. Me pareció un buen escritor, y un día, en la biblioteca, di con este libro, Mi Marruecos, y tuve la curiosidad de cogerlo para hojearlo, y al ver que era un compendio de relatos, pensé en cogerlo en préstamo para leerlo. Y no me he arrepentido.

Quizás el relato que he reproducido, Henry's, resume un poco el sentido del libro: la confrontación entre la modernidad y la tradición, entre Marruecos y Europa… Son una serie de veinticinco relatos autobiográficos del autor, en el que relata desde su más "tierna infancia", pasando por la adolescencia, su paso por la Universidad y su marcha a Europa a conocer otra forma de entender la cultura, la cultura de los colonizadores franceses. Se compone, pues, de relatos en los que confronta la tradición marroquí y la evoca frente a lo que luego, cuando viaja a Europa, sea parte de su nueva vida, la vida occidental. Evoca a su madre, a la que adora, pero que es tradicional, religiosa, tiránica en ocasiones con sus hijos, y muy dada a rituales y tradiciones propias de la cultura marroquí: los rituales de los santos, la baraka, su comida, su cuscús…, todo son una serie de cosas que evoca de su pasado. Habla también de su familia, de sus hermanas, de su tía Masauda, de su padre, que lo paseaba por la biblioteca general de Rabat, sus amigos, su primer amor, el de Sana, o ese amor no confesado por Osama, no confesado, como no confesadas son muchas cosas en estos relatos, pero que se leen entre líneas…, o tradiciones como el té con menta, los olores, o el hammam, y las relaciones que se establecen entre los hombres, y sobre todo, sus relaciones con las mujeres. También su amor por la literatura, por los libros, una pasión que lo lleva a marcharse de su país. Los libros, la literatura, una pasión que nace en los paseos por la biblioteca cuando era recién nacido o en los cuentos que le explicaba su tía Masauda o el hermano de su madre, y que pasan por conocer a Bowles o a los grandes escritores franceses… Pasión también por el cine, por el "pan y té", sesiones dobles de cine cuando era pequeño…
Pero sin duda, el paralelismo entre "su Marruecos" y M'Barka, su madre, es lo que más se puede destacar de sus relatos, y cuando está en el exterior, es lo que más evoca: tradición, cultura y costumbres, tanto de su país como de su madre, van cogidos en todo momento de la mano, y no se sueltan, pues en realidad M'Barka representa todo aquello que es el Marruecos tradicional: tirano con sus hijos, religioso y un tanto hipócrita, abierto y cálido cuando toca… Vamos un paralelismo total, una identificación total entre M'Barka y Marruecos.
Es, pues, un relato de nostalgias y de melancolía, de confrontación de la tradición marroquí, más cercana y acogedora, a pesar de ser tremendamente tradicional y un tanto hipócrita, y ver como un tabú la homosexualidad, que se trasluce también en alguno de sus relatos, y la cultura occidental, más abierta y cosmopolita, pero menos cercana y acogedora.
La primera novela de Abdelá Taia es, pues, una interesante lectura que os recomiendo. Es sencillo, pero el mensaje está, precisamente, en lo que no está escrito.

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